La espere con ansias
entre bocanadas de humo.
Llegó serena, hermosa,
vestida de azul y rosa.
Busque su carita esperada,
no sin cierto temor de que me extrañara,
pero me miro fijamente
con esos ojos de Luna llena,
tan parecidos a los de mi madre,
enormes, expresivos, plenos!
Entonces, me dedico una sonrisa,
una sonrisa que emuló el paraíso,
como si me conociera de siempre,
y se encendieron todas las estrellas,
en aquella lluviosa noche de aeropuerto.
Y lloré, lloré en mis adentros al estrecharla,
tan menuda, tan pequeñita, tan cierta,
lloré en mis adentros mi ventura,
y en ese instante confirmé que existe Dios!
Mariella Bobadilla Pichardo/2013
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