Te observo y me admira
el majestuoso lienzo de tu cuerpo,
absorta ante tanta virtud,
ante la inconmensurable belleza
que te adorna, me rindo feliz.
Me rindo sin oponer resistencia
al calor que emana de tu piel,
al incendio que muestra
tu íntima montaña majestuosa.
Que se eleva en franco esplendor,
en avalancha de rubores.
Te miro y en el espejo de tus ojos,
veo el ardor que se derrama.
Que se derrama en ti con el vigor
de tú masculino, pero sutil sentir,
ese que me atrapa y me lleva,
por los ígneos mundos del amor.
Luego, tu calma y la mía, juntas,
surcan los cielos plenos de emociones,
tiernas vivencias que se abrazan,
que se besan en íntima reverencia,
mientras somos dos en uno aún.
Mariella Bobadilla Pichardo
Derechos reservados / 1997