Por donde quiera que fuiste
te acompañaron mis pasos,
aunque ya no mirabas,
aunque ya no extrañabas.
Te siguieron silentes
con el mudo entusiasmo,
de los tiempos vividos
de los tiempos pasados.
Y cuando dura la vida
sin clemencia te golpeo,
fui ese puerto seguro
donde llegar derrotado.
Fui ese campo sereno
que abandonaste hace un tiempo,
donde un árbol florido
carga aún un nido añejo.
Pero un nido que aún resguarda
esas vivencias de antaño,
donde aún vuelan los hijos,
y hoy revolotean los nietos.
No se para que te cuento,
lo que en tu adentros sabes,
tal vez porque estoy segura,
de que jamás me olvidaste.
Mariella Bobadilla Pichardo.
Derechos Reservados. 2019