Quien quiera saber quien soy
debe admirar las montañas,
y el cántico sutil de árboles
cuando con el viento hablan.
Bordear la vera de un río
mojar los pies en sus aguas,
y oír el tedeum de ósculos
que a las piedras le regala.
Sobrecogerse ante el trueno
que preconiza las lagrimas,
de nubes que en regocijo
sobre la tierra derrama.
Extasiarse en los colores
de un arcoíris lejano,
ante el titilar de estrellas
que a la noche la engalanan.
Alucinar con las olas,
con la arena, sol y palmas,
con el infinito punto
donde cielo y mar se abrazan.
En reverencia escuchar
el celestial musical de pájaros,
solo así sabrá en la hondura,
lo que yo albergo en el alma.
Mariella Bobadilla Pichardo/1998.
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