Las arrugas de mi frente
no son el paso del tiempo,
son las marcas del asombro
que la vida aún hoy me causa.
Las arrugas de mi boca
no son marcas de mi edad,
son océanos de sonrisas
y mares de vívidos besos.
Las marcas que lleva mi vientre,
en nada son imperfección,
son sello de tres amores,
como ningún otro tendré.
Mis canas, ah! mis canas…
no son señal de vejez,
son el símbolo viviente
de una genial madurez.
Los cambios de mi cuerpo son,
más que improntas de un ocaso,
las rúbrica de mis huellas
por esta portentosa senda.
Mariella Bobadilla Pichardo
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