Pensar y sentir
este deseo infinito
de un latir irrefrenable
que enmudece y corrompe
la pulcritud del pensamiento.
Percibir este impulso
de arrancar con estas manos,
que han sido trémulas
testigos de lo divino
y fugaces cómplices
de lo perverso,
este cáliz latiente,
este florón ardoroso
que la conciencia
enfrenta una y otra vez
en la hondura sublime.
Esta presencia tuya en mi
que me hierve la sangre,
espantando la tranquilidad del sueño
y renacer contigo y en ti
aunque sea por momentos,
abstracción de una verdad a medias
que transmuta después,
en el mismo irrito afán
el pensamiento.
Mariella Bobadilla Pichardo