Por encime de la mesa
tomó tímidamente tus manos,
acaricio tus nudillos,
y en ese feliz instante
me siento dueña del mundo.
tomó tímidamente tus manos,
acaricio tus nudillos,
y en ese feliz instante
me siento dueña del mundo.
Poso mis ojos en ti,
noto que miras los míos,
en un silente lenguaje
me sostienes la mirada,
diciéndome que eres mío.
Y se encienden las auroras,
cual soles incandescentes,
calor que me dan tus manos
entrelazadas a mis manos.
Y de soslayo tus ojos
me dicen qué hay que partir,
a nuestro nido de amores,
a nuestro mundo feliz.
Mariella Bobadilla Pichardo
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