Tus labios me enardecen,
me crispan toda entera.
tus manos que acarician
me encienden los deseos.
El bravío corcel cargado
de pretendidos anhelos,
se despierta fogoso y ardiente,
como mil lenguas de fuego.
Que humedecen humedales,
que sonroja hasta al cielo,
y desarman voluntades
tan solo con un simple beso.
Ese beso, ah ese beso!
que se desliza del borde de tu copa,
y se pierde picaresco,
por recónditos espacios.
Después la prodigiosa erupción
de los sentidos, como una avalancha
incontenible de emociones, se derrama,
para rendirse después sobre la almohada.
Mariella Bobadilla Pichardo
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