Se encapota el cielo
con nubes de acero,
preñadas de lluvia
que en sonora urgencia
se vierte hacia el suelo.
Aunque parezca agresiva,
caricia suave es cual seda,
el homenaje afectuoso,
el agasajo mas tierno,
de una elevación suprema.
Son lágrimas de su alma,
canción de arrullo y de besos,
a un suelo inmóvil e inerte,
a un latido que con ansias,
le abre su boca sedienta.
Gotas divinas del cielo,
que en lenguaje de su esencia,
como ósculos de sangre nueva,
le ordenan así a la vida,
renace, se fecunda, vibra.
Ella complacida y gozosa,
a esa simiente se entrega,
se remoza, se despierta,
en mágica expresión de un hito,
de una atónita belleza.
Mariellla Bobadilla Pichardo /Julio 2022
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