Hasta el final de mis días
le cantaré a la alegría,
hasta a mi perro y un día
este canto cesará.
A este trinar de mi alma
regocijado y ardiente,
tan altivo y elocuente,
la voz se le apagará.
Dejaré atrás mil batallas,
atrás vagarán mis ansias,
los bostezos, los encantos,
con que me vistió el sentir.
Libérrima ya de anhelos,
de búsquedas, de consuelos,
cargada solo de amores,
ligero el vuelo alzaré.
Y volveré en ese cielo,
de mis hijos, de mis nietos,
en los sentidos momentos
en que me recordaran.
Mariella Bobadilla Pichardo/2020
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