Te mereces más que nadie,
y sin dudarlo un segundo,
la alabanza de mis musas,
mi admiración más profunda.
Compañera inseparable
de mis noches de locura,
el hombro robusto y firme
donde recostar las penas.
Llevas impregnada en ti
la sal de todas mis quitas,
mis insomnios agobiantes
y mis dolores más mustios.
Pero acumulas también
mis mágicas fantasías,
mis noches plenas de gozos,
los regocijos del alma.
Tienes el digno designio
de dar paz al pensamiento,
y el meritorio objetivo
donde apoyar el pensar.
Donde descargar la mente
de este constante buscar,
y reencontrarme a mi misma
para volver a empezar.
Mi gratitud es tan grande
que no encuentro en mi palabras,
que describan con justicia
todo cuanto tú me has dado.
Mariella Bobadilla Pichardo
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